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sábado, 3 de febrero de 2018

La candelaria

Ha pasado el 2 de febrero, para gusto de unos, y pena de otros, se llegó el día de "pago" a los que en su momento, en la rosca de reyes, sacaron los niños, y el pago consiste en invitar algo de comer a los que estuvieron presentes en el momento de la partición de dicho pan, por tradición, la comida que se invita es tamales y atole, aunque puede ser otra cosa, pero, ¿por qué este día y por qué esta comida?, un rápido repaso a esto para dejar el contexto.

Primero el nombre, el día de la candelaria es como muchos en México conocemos a la fiesta cristiana dedicada a la virgen de La Candelaria, originaria de España, esta advocación simboliza luz, guía en el camino y la fe cristiana, de allí que la luz tenga gran peso en esta fecha, las candelas, velas, o fogatas en la calle alegorizan este concepto, también se cumplen los 40 días del nacimiento del niño Jesús, en esta fecha se presentó al templo, donde recibió la luz de Dios, y con este día se cierra para los católicos las festividades de la natividad del niño Dios.

Ahora, ¿qué tiene esto que ver con los tamales?, bueno, como ya he comentado en otras ocasiones en su etapa evangelizadora, no solo en México, la iglesia católica ha captado, adecuado,  y empalmado fiestas locales de las distintas regiones con el calendario oficial católico, sucede entonces, que en el México prehispánico, se celebraba el año nuevo el día 12 de febrero, en esta fiesta se celebra el nacimientos del sol, luz otra vez, en esta ocasión nuestros antepasados ofrecían y esperaban bendiciones de los dioses del maíz, que era de los principales sostenes alimenticios, se ofrecían productos hechos de los mismos, los tamales son una evolución de esos productos, ahora, que la fecha fuera el 12 de febrero, era en el calendario Juliano, por lo que, a partir de 1583, cuando se instauró el calendario Gregoriano, el día cayó el 2 febrero, ni mandado a hacer.

Yo recuerdo algunos años cuando nos juntabamos en la familia para los tamales, en las noche como no podía faltar, con los primos nos dedicabamos a juntar palos, astillas, y cuanta cosa pudieramos quemar, previa autorización de los grandes, y tras mil recomedaciones nos dejaban prender nuestra fogata, y tras un rato de ojos llorosos y terminar oliendo a humo de quien sabe cuantas cosas, eso sí, la pasabamos bien ese rato, aunque la ropa que traíamos ese día la volvíamos a ver un mes después, si es que teníamos suerte. En este año mis niñs fueron las que se la pasaron alrededor de la fogata y terminando oliendo raro, las dos se la pasaron bien, y aunque no hubo tamales en esta ocasión, si se divirtieron mucho.
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